La ciudad y el cuerpo

Jorge Bozo M
El accionar de los sujetos en los distintos espacios de la ciudad provocan que el proceso vital del desarrollo de nuestros cuerpos, se reduzcan a lo largo de nuestra vida al mínimo de su potencial expresivo, a la funcionalidad misma de nuestro cuerpo, lo que provoca que sus expresiones diarias y cotidianas lo vayan transformando - a nuestro cuerpo - en un instrumento mecánico que serviría solo para realizar ciertas funciones y al cual estamos determinados de por vida.
Cuando nos
enfrentamos a algún esfuerzo físico distinto al de todos los días nos damos
cuenta del tiempo que hemos dejado pasar inútilmente sin darle oportunidad a
nuestras extremidades de desenvolverse en armonía. El trabajo en la ciudad
obstruye la movilidad corporal, las veredas pequeñas limitan los
desplazamientos y éstas en su reducción en vez de juntarnos o provocar
algún dialogo por la cercanía producida, nos coloca en una situación de enfrentamiento
y violencia que se repite diariamente.
En la ciudad no tenemos ríos, ni montañas, animales, tampoco los amaneceres, ni la manija del tiempo, ni la libertad, ni la circularidad de los cerros. Estamos encerrados en una caja sin colores que nos determina desde que nacemos. De este modelaje del individuo construido en la ciudad se encargan las distintas instituciones a través de sus decretos y sus normativas (estado, iglesia, colegio, familia). Poco nos queda hoy día de libertad y cuando la requerimos con urgencia tenemos internet para conseguirla.
Los estatutos de "nuestras" normas laborales aplicadas por el poder privado, parlamentario y Estatal, niegan la posibilidad de expresión libre y relajada de nuestro cuerpo en nuestro lugar de trabajo ya que seria muy poco "productivo para el país". Esto provoca que se nos haga tremendamente difícil realizar movimientos corporales tan sencillos como tocarse los talones con los dedos de las manos sin doblar las rodillas, o darnos el tiempo para hacer un masaje a nuestros pies,[1] o tal vez detenerse a girar la cabeza como señal de amor a nuestro cuello (ese que soporta todo nuestro pensar).
Qué más irracional circular y placentero en nuestro comportamiento que contar con la libertad de tirarse al suelo concientemente y comenzar a hacer en plena labor de trabajo movimientos o ejercicios por el solo hecho de querer hacerlo. La ciudad y la funcionalidad del sujeto en ella, construida culturalmente por la sociedad moderna, en lo físico, moral y normativo institucional, no lo permiten.
El cuerpo como objeto de consumo
En la ciudad con-vivimos y cuando se puede nos hacemos de algunos amigos; por consejo de alguno de ellos conocemos o aprendemos una variedad de recursos que nos pueden ayudar a comprender y principalmente a sentir nuestros movimientos como parte importante de nuestra forma de existir. Nos comienza a entusiasmar la idea de incorporarlo a nuestros hábitos de vida, pero otra vez como fenómeno de importación y producto de consumo. No es coincidencia que así como ha sucedido con el fenómeno esotérico importado del Asia o de Europa en los últimos años y su gran afluencia de seguidores buscadores de cualquier tipo de respuestas, ha ido creciendo también la necesidad de incorporar al desarrollo y expresión corporal toda una campaña de consumo ligada al hedonismo y a nuestras formas de expresión en torno a la imagen como parte fundamental de la comunicación humana de nuestra época.
En la ciudad este fenómeno se liga a otros factores culturales con los que la persona se ve afectada; el individualismo, el consumo de una gran cantidad de objetos para lograr una imagen de aceptación; la carrera urgente hacia un éxito pocas veces al alcance de la mano; el cuerpo como un fetiche; un saludo urgente por sobre una buena conversación relajada o, esa primera falsa imagen que necesito dar a la pareja como carta de presentación en la primera cita. Estas variables forman parte de aspectos profundamente ligados a una construcción cultural que ha venido poco a poco cristalizándose en la experiencia de vida de cada uno de nosotros como "ciudadanos".
En nuestra época la acción de presenciar/se los cuerpos, o dicho de otra forma, el encuentro de dos personas con sus respectivos cuerpos tiene dos aspectos de relativa importancia; el primero está relacionado con que los sujetos requieren tener un cuerpo apto para ser aceptado por el otro. Esto se manifiesta en las distintas esferas de la vida cotidiana; la familia, el trabajo, amigos, pareja, y desde dos perspectivas; los grandes grupos donde la individualidad pasa desapercibida, hasta aquellas relaciones más intimas donde cada detalle en la imagen se torna trascendental.
El segundo factor tiene que ver con que nuestros cuerpos están construidos culturalmente y se hace difícil el escape a este aprendizaje que forma parte del comportamiento social que se adquiere involuntariamente con el tiempo; lenguajes, movimientos, corporalidades, gestualidades formas y tonalidades en el hablar. Estos son tipos de manifestaciones que han asimilado las personas en el transcurso de su vida, a partir de la constitución de una sociedad determinada y de la adecuación a una construcción física de ciudad. Estas variables, ciudad/sociedad, imponen al individuo a través de todos sus medios y formas de comunicación, las formas de ser, de actuar y de pensar, pero también las tipologías y estéticas corporales de su comportamiento.
Hoy día este tema se ha profundizado radicalmente y la imagen ha pasado a ser un símbolo de "pertenencia" e identificación fuertemente asimilado a los formatos educativos y comunicacionales los cuales definen lo que es y no es bello, o mejor dicho "lo que es o no es bien visto". La imagen como eje central del disfraz que transita en la comunicación urbana, la imagen como uno de los códigos simbólicos más potentes construidos por la sociedad contemporánea y conceptualmente a la medida para un modelo cultural capital occidental que requiere mantenerse vivo.
Este concepto de la imagen lo es todo, como ya lo hemos mencionado está fuertemente ligado a otro concepto igualmente atingente, el narcisismo y éste a su vez, al fetichismo. La concepción por parte de los sujetos de "tener una buena imagen; de caer bien con una imagen; de que la imagen que voy a proyectar", y epítetos como esos, se transforman finalmente en otro tipo de consumo comercial. Este fenómeno transforma el significado histórico de imagen ligado a la imaginación y la creación humana, en un significado distinto que se instala en el mercado de las relaciones sociales como un producto más del sistema y en el cual no solo se incluyen algunos fetiches específicos (modelos, actores, figuras, rostros), sino también, una forma cultural de comportamiento que se adquiere por una sociedad debilitada en sus códigos, símbolos y rasgos identitarios. El cuerpo se transforma finalmente en la carta de presentación; presentación que es útil y funcional al un modelo que prepara y forma a los sujetos para ser aceptados socialmente.
El tiempo en el cuerpo
Este modelo contemporáneo que en el tiempo ha ido estableciendo a un sujeto con limitaciones dadas en el contacto interpersonal ha ido limitando las posibilidades de un encuentro afectivo por parte de las personas, con la calma y sin el apuro del tiempo; se han establecido esos diálogos rápidos y los discursos inmediatos hasta tal punto que hemos tenido que reducir algunas palabras del lenguaje oral haciéndolos casi inexistentes; Macarena por Maca; de acuerdo por okéi u oca; Maria Jose por Jó; etcétera[2].
En definitiva cuando hablamos o dialogamos estamos frente a una carrera en la transmisión del lenguaje que no perdona aquellos viejos conceptos del significado simbólico de la transmisión oral. En medio de la ciudad nos preocupa inicialmente lo que viene luego del encuentro con otro, siempre estamos yéndonos hacia algún lugar en el cual nuestra presencia - al parecer - resulta imprescindible o necesaria, en todo momento estamos apurados, por lo tanto no podemos detenernos a hablar demasiado. El trabajo y su estado actual en relación a nuestro tiempo nos mutila la posibilidad de encuentro, no se puede hablar demasiado con los compañeros de trabajo por que eso limita la producción.
Por otro lado, ¿existe algo mas allá del solo hecho de conversar entre dos personas?. Generalmente no adquiere mucha importancia pues una charla demasiado larga, un abrazo, un saludo de manos, es casi imposible de realizar si no llevan de por medio un interés racional. Aquellas despedidas inconclusas "voy y vuelvo", "te llamo por telefono", "nos vemos", también influyen en el sentido que dan los sujetos a sus modos de acortar el tiempo dialógicos, es decir, a la importancia que le puedan otorgar al ocio, a la sola necesidad de comunicarse.
La moda
En el discurso corporal que los sujetos manifiestan a través de la imagen que proyectan, es decir a través de las modas, el tiempo ha pasado a ser el componente fundamental de interacciones pues determina gran parte de las relaciones humanas. Una vez más aparece el mercado que impulsa el consumo de marcas e imágenes que rápidamente deben ser compradas, antes "que pasen de moda".
Hoy día la moda imprime el reciclaje de viejos conceptos estéticos transformándolos sin mucho esfuerzo en una moda actual que se define mediáticamente como disfraz corporal. Una vez mas el cuerpo se debe adecuar a estándares creados por el mercado de la ciudad, y en el caso del vestuario, a formas "retro", "ropa usada", definidas por colores, diseños que por lo general no toman en cuenta la necesidad del cuerpo del sujeto, hacen perder el sentido de nuestra conciencia social acerca de nuestra principal herramienta de comunicación[3], transformándose en un cuerpo que repite, copia, se muestra y se forma de acuerdo a la ideología de quienes determinan los modos y las modas; la cultura dominante.
La fe en algo
En nuestras ciudades se manifiesta otro fenómeno interesante de analizar. Se trata de la inclusión de algunas prácticas de sanacion relacionadas con el desarrollo personal y el trabajo de auto estima. Surgen por doquier talleres de expresión corporal, tai chi chuan, raiki, etc., entre tantas otras técnicas legadas por culturas milenarias y que un sin numero de personas practican cotidianamente para mejorar su estado de ánimo. Se trata de prácticas pertenecientes a las culturas - generalmente - orientales, reproducidas, ejercitadas y enraizadas en oriente a través de miles de años por sus protagonistas, por gente con un lenguaje y expresiones comunes. Estas mismas, hoy se intentan instalar en nuestro continente y en especial en nuestro país suponiendo que funcionarán con la velocidad de un supositorio. Esta suposición se aleja un tanto de la realidad. Cuando en oriente nunca ha existido una exclusión social o un factor económico para este tipo de prácticas, en Chile algunos cursos tienen un elevado costo monetario. Por tanto estas prácticas ya manifiestan un fuerte sesgo económico que mucha gente no alcanza a vislumbrar.
Por otro lado, esta apertura a culturas milenarias distintas a las nuestras son importantes, pero ¿nos hacen realmente sentido? ¿Tienen un significado histórico y humano para nosotros?. Estamos de acuerdo en que existen muchas similitudes entre unas y otras culturas, pero en nuestro caso no bastan para "mejorar" ni el cuerpo ni el espíritu si a la vez estamos dejando de lado nuestra propia cultura milenaria, nuestro origen, aquel que forma parte de nuestro Ethos, nuestra personalidad como pueblo histórico.
Se hace imprescindible entender que nuestra cultura va de la mano con nuestras formas de ser ciudadanos, civiles, que tenemos conciencia de nuestros cuerpos y nos relacionamos con otros iguales. El bálsamo de oriente es muy atractivo, pero es para los orientales; en Chile, o es un buen negocio, o solamente lo practican aquellos que tienen la posibilidad "intelectual y económica" de entenderlo y practicarlo.
La magia, la ciencia y el mercado hedonístico
Para entender de que se tratan estas prácticas originarias - sean orientales o de nuestras etnias -, se requiere de un periodo de tiempo de adaptación y mediante un esfuerzo que el individuo debe hacer con su propia musculatura corporal y durante un tiempo prolongado, es posible lograr algunas armonías y fundamentalmente adquirir una forma de vida distinta.
Están aquellos que buscan adquirir rápidamente una imagen que cambie en el menor plazo posible aquel cuerpo descuidado - comúnmente relacionado con la obesidad - en un cuerpo apolíneo que sea sugerente y "atractivo" para los demás. Esta variable de provocación y sensualidad inventada por el mercado obliga a consumir desgastadores y caros cursos que ofrecen los gimnasios e innumerables productos televisivos que ofrecen un remedio infalible para esta "enfermedad".
En segundo lugar existe una necesidad de respuestas existenciales que se buscan en el esoterismo; lo desconocido, el futuro, aquel mensaje que permita abstraerse por un momento de la realidad, desligarse de las vidas y problemas de las personas; en definitiva, la necesidad de tener fé en algo.
Algunos creen que la invención de la psicología ha sido la herramienta y la solución existencial del hombre contemporáneo y es la continuidad lógica de la magia y el brujo tradicional. Sin embargo la actual explosión de instrumentos y métodos milenarios de pronosticar la vida importados desde la India, la China, Egipto, con los cuales las personas buscan respuestas en la abstracción y en un mundo cada vez mas frío y material, pasa a ser una forma de vida, un espacio que no se encuentra en el conocimiento del analista y por algún motivo se recurre nuevamente a la magia.
La ciencia - grupo elítico de la sabiduría moderna - se encarga de dar respuestas racionales, empíricas y comprobables que en esta mencionada carrera de la curiosidad humana y al igual que en épocas pasadas para beneficio de la sabiduría tradicional, se encuentra en algunos casos atada de manos.
La magia y la ciencia se conjugan hoy día como los instrumentos que dan respuesta a la existencia y proceder de las personas, pero existe una gran diferencia entre antaño y la actualidad; "saber de mi, de mi futuro, mi familia" es una respuesta que cuesta plata, literalmente hablando. Nuevamente el mercado y el consumo mediado por el dinero se transforman en lo que me permite - en definitiva - conocer mi fragilidad frente al mundo.
Estas prácticas en algunos casos causan un gran efecto en la psiquis y el hacer de los sujetos repercutiendo necesariamente en su aparato corporal, aunque a la larga a propósito de los "consejos profesionales", las personas se ven en serios conflictos presupuestrarios; se necesitarían tantas sesiones a la semana para llegar en un momento a descubrir que mi problema no se encuentra en mi cuerpo, ni en mi aparato mental, sino más bien, allá, afuera, donde se determinan de ante mano los movimientos de las personas en la sociedad dirigida por un ojo dominante y en instituciones validadas socialmente en donde - por ejemplo - la consultas terapéuticas llegan también a transformarse - cuando se tiene acceso a ellas - en una fuerte adicción. Todo esto puede ser valido y servir para muchas personas, pero durante cuanto tiempo y con qué sentido.
Conclusiones
Cuando nos referimos a las expresiones corporales manifestadas en la ciudad nos referimos a movimientos aprendidos por una historia grupal de la cual el sujeto ha formado parte y provocado socialmente, es decir, no son impulsos que se provocan por conciencia o instinto propio, sino por una presión social instaurada en el tiempo, son linealidades sociales aprendidas por el aparto cultural y el control social desde que nacemos hasta que morimos. Me explico. No se trata de que los sujetos desde su nacimiento, o por vocación o herencia genética traigan consigo una actitud corporal determinada; ésta se construye en el tiempo y lugar donde se manifiesta un grupo determinado culturalmente. Es el vínculo entre personas pares y el entorno material y natural que los rodea en su contexto histórico y vital. Nuestros padres y profesores nos traspasan modos de habla o afectos o desafectos y también modos de ocupar nuestro cuerpo en los espacios a través de formas de caminar, de expresarse, en definitiva un discurso gestual que aprendemos en los distintos procesos de nuestra existencia.
Las técnicas milenarias mencionadas anteriormente han dado a través de la historia una posibilidad cierta y efectiva de conocerse corporalmente y al mismo tiempo saber que estos traspasos de conocimiento y práctica ayudan a profundizar en la búsqueda de las capacidades corporales hacia una constante armonía del movimiento; su uso en el espacio ciudadano se hace imprescindible. El aprendizaje de estas prácticas y muy especialmente aquellas practicas étnicas que forman parte de "nuestra historia", en relación a la concienciación del mundo urbano y nuestro cuerpo, permitiría una mayor explosión de una circularidad social directamente relacionada con la emotividad, la historia y las distintas memorias sensoriales y afectivas que posee todo nuestro ser que hoy se comienzan a desarrollar desde y para nuestra cruda urbanidad.
En la práctica no solo hemos olvidado la importancia del sentido solidario que debiera manifestarse a través de las relaciones interpersonales - que han ido sufriendo profundas transformaciones en el mundo social de nuestro tiempo - sino, también han ido variando profundamente las motricidades corporales como expresión de entendimiento humano y éstas a su vez han repercutido en la emocionalidad de las relaciones humanas. Perder o desconocer nuestra propia emocionalidad, reprimir aun mas nuestro poder instintivo, es el comienzo del fin de la transformación del género humano en maquinaria social, es decir, la transformación completa y absoluta hacia lo lineal (homogéneo), por sobre lo circular (distinto y desordenado). Esto es una contradicción fundamental de nuestra existencia que se debe comenzar a resolver.
Jorge Bozo
Primer semestre 2004
[1] No olvidemos aquellos instrumentos corporales que llevan entre cincuenta y cien kilos y durante muchos años de nuestra vida.
[2] Un buen ejemplo de ello es internarse en los códigos de comunicación que se dan entre los jóvenes a través de los fotolog.
[3] Stanislawski, Constantin. "El Actor se prepara". México 1995.